Cielo llegó a mostrarme una realidad de grandes nubes y tormentas, pero también de soles cálidos que dan amor y consuelo. Cielo me presentó al cáncer.
Hace casi 15 años conocí a una pequeña niña llamada Cielo en una función de teatro, inmediatamente nos hicimos amigos y tuve el privilegio de acompañarla en todo el proceso de la enfermedad. Fueron días de alegría que me enseñaron que la sencillez de una sonrisa es lo más valioso, pero también hubo días de aflicción y despedidas que me colocaron en el verdadero sentido de mi trabajo: la actuación es un medio que suma esperanza en el dolor.
Cielo falleció y dejó un legado en mi que me guió a continuarlo en ASAC. Una tarde de junio del 2010 fue el inicio de una historia de trabajo en equipo que ha llenado de alegría y alivio a miles de niños, replanteando mis conceptos y sentido de vida.
Abrazos, lágrimas, carcajadas y llanto, sueños cumplidos, largas jornadas de visitas en salas de hospital… incontables experiencias que han marcado mis días, mi vida. Cuántas veces he recibido palabras de agradecimiento cuando mi corazón quiere gritar ¡el agradecido seré siempre yo!, pero mi voz se apaga para frenar el dolor de no poder hacer algo para que la enfermedad no consuma el cuerpo de los niños más especiales del mundo, daría lo que fuera por ser un consuelo que los sanara.
¡Gracias Cielo! Has trascendido en este viaje y ahora Joshua, Jacky, Hanna, Eli, Angelito, Pau, Fer, Karol, Dani y tantos y tantos hermosos niños se suman a un legado que ya es parte fundamental de mi vida.
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